5.14.2010

Contraponer el amor…

Del domingo, 6º de la pascua

Los amigos del Cristo están muy nerviosos, incluso tristes. No se creen preparados para otra despedida de su maestro, su guía ¡aunque ha sido resucitado!

Tanto como preparación para su salida (Ascensión) que para la venida del Consolador (Pentecostés), Jesús habla con sus discípulos en el evangelio en tono tanto de admonición como de de promesa. Y con mucha razón! Desde el principio la iglesia nacerá y crecerá rodeada por la hostilidad y persecución. Por el Espíritu Santo, estos fieles pronto serán capaces de entender que, tal como Jesús había respondido a sus perseguidores, la única adecuada respuesta de ellos como sus discípulos, tendrá que ser la del amor,  su actitud y manera siempre marcada por la paz.

No es tan facil ni rápido, todo eso.  ¿Es una exageración hablar del amor como la opción de los cristianos en contraste del odio del mundo? O bien ¿debemos odiar al mundo para amarnos unos a los otros, como parece decir el Señor y que muchos predicaban en el pasado? El mundo, creación de Dios, ¿no lo debemos amar?

Pues, de qué tratan las lecturas de hoy, en particular el evangelio?

Primero, en cuanto a nuestra llamada y jornada como discípulos de Cristo, la cuestión hoy para nosotros es ¿en que confiamos? ¿en nuestro Señor (siempre muy misterioso con nosotros, fuera de nuestro control) o en otra cosa? Puesto tantos fallos y desvias en la historia humana (y de la iglesia) ha sido fácil discernir.

Una de las tentaciones más seductoras del creyente es identificar la voluntad de Dios con la voluntad del creyente y no al revés. Dios le es exprimido en patriotismo, éxito, tradición eclesiástica, izquierdismo, capitalismo, feminismo, jerarquía, derecho civil, éxito financiera … en casos extremos, la supuesta voluntad de Dios puede aprovecharse para justificar dejando un cónyuge, rompiendo una promesa, incluso matando a alguien, si comunista, criminal o opresor….

¿Cómo escapar engañando a nosotros mismos? ¿Cómo nos evitar la “servidumbre” a leyes meramente humanas mientras que descuidamos la ley de Dios? Cómo protegernos contra la tendencia a adorar nuestras invenciones temporales y culturales?  por dónde ver?

La santa Escritura crece con quien la escucha y la observa, dice San Gregorio Magno. No necesitamos más palabras: debemos, y con urgencia, profundizar y amar la única Palabra. El Paráclito os enseñará.

La vida del discípulo, guiada no por los numerosos espíritus de este mundo sino por el Espíritu de Dios, hará visible la Palabra escrita.

Por DPB